Saturday, September 29, 2007

Cadáver de Evita

Un viaje de nunca acabar

Luego de una intensa pero corta carrera política, Evita murió de un cáncer fulminante. Desde que fue velada en 1952, su cadáver transitó un interminable laberinto. Transcurrieron 24 años para que su familia lograra enterrarla dignamente, 15 de los cuales su cuerpo vivió secuestros y humillaciones y nadie sabía dónde se encontraba.

“Cuando los buitres te dejen tranquila, y huyas de las estampas y el ultraje empezaremos a saber quién fuiste”, son algunas palabras de un verso del poema “Eva” que dedicó la poeta, novelista y cantante María Elena Walsh a
María Eva Duarte de Perón después de su muerte, indignada por el arduo camino que su cadáver tuvo que recorrer para poder descansar en paz.
Eva, conocida como “la abanderada de los humildes” que impulsó una gran cantidad de transformaciones sociales a favor de los trabajadores y de las mujeres y criticó abiertamente a la
clase alta argentina, murió de cáncer a los 33 años el 26 de julio de 1952, luego de haber entrado en coma ocho días antes. Sin embargo, su cuerpo no pudo descansar hasta 1976, cuando, después de secuestros múltiples, la última dictadura militar le devolvió el cuerpo a la familia Duarte.
Luego de su muerte, el Gobierno dispuso que los siguientes 30 días fueran considerados de duelo nacional, y la Confederación General del Trabajo, CGT, declaró tres días de paro, durante los cuales las plazas de los barrios porteños se vistieron con altares con la imagen de Evita. Todo parecía desarrollarse pacíficamente: fue velada en la Secretaría de Trabajo y Previsión, el 9 de agosto fue trasladada al Congreso de la Nación por las calles bajo una lluvia de orquídeas, alhelíes y diversas flores echadas desde los balcones cercanos y en el Congreso recibió honores oficiales y de la CGT delante de más de dos millones de personas.
"Muerta, puede ser infinita", solía decir el Dr. Ara, quien embalsamó su cadáver y le dio, de algún modo, vida inmortal. El ex presidente Perón fue quien le encargó el trabajo. Para esto, se acondicionó como laboratorio y despacho el segundo piso de la CGT, lugar en el que el embalsamador desarrolló su tarea hasta 1955, momento en que el golpe de Estado impuesto por la Revolución Libertadora, liderada por Eduardo Lonardi, derrocó a Perón. Lonardi fue, a su vez, derrocado por el General
Pedro Eugenio Aramburu, quien además de reestablecer la antigua Constitución de 1853, ordenó secuestrar el cadáver de Evita de la CGT la noche del 22 de noviembre.
No se supo más nada públicamente del cuerpo de “la abanderada de los humildes” durante 15 años. El comando que la capturó estuvo a cargo del coronel Carlos de Moori Koenig, Jefe del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE). Éste la conservó en una camioneta durante largos meses, la cual estacionaba en diversas calles de la Ciudad. Algunas versiones indican que, por temor a que alguien halle a Evita, el Jefe de la SIE la paseó por decenas de lugares: detrás de la pantalla del cine Rialto, en el edificio de Obras Sanitarias, en furgones, en las oficinas del SIE y, entre otros, en la casa del mayor de inteligencia Eduardo Arandia, quien había matado a su esposa que estaba embarazada al confundirla con un enemigo. Pero luego de un tiempo, este cruel comandante, al que le había sido confiada una labor tan dura y tan confidencial, terminó obsesionándose con el cuerpo: instaló su féretro de pie en su oficina, se la mostraba a quienes lo visitaban y la manoseaba sexualmente.
“¡La enterré parada… porque era un macho!”, exclamó Koenig ante el escritor y periodista Rodolfo Walsh en una entrevista que luego formaría parte de un cuento de éste último,”Esa mujer”. En el texto, el autor revela la fascinación del teniente por el cuerpo momificado a través del siguiente pasaje: "Es mía -dice simplemente-. Esa mujer es mía". Su cuerpo terminó por convertirse en un objeto de placer incluso para quienes la odiaban. Tomás Eloy Martínez, autor del libro “Santa Evita”, también se encargó de revelar dicha obsesión. En la página 180 muestra el diálogo entre el secuestrador de Eva y otro teniente:
-No puedo andar con esa cosa de un lado a otro. Si me la quitan, vamos a volar todos.
- Tal vez. Pero nadie se la va a quitar.
-¿Qué no? Todos la querrían tener. Es impresionante. Es esa mujer, Eva. Venga a verla.
- No me joda, Morí. No me va a convencer.
-Échele un vistazo. Usted es un tipo culto. No se va a olvidar en la vida.
Sobre esto, es conocida la frase del filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, que dice así:”
El cuerpo maquillado… aislado de las determinaciones externas y de la realidad interna de su deseo…es ofrecido como ídolo…”
Al borde de la locura, Koenig fue destituido por Aramburu, quien, a su vez, le ordenó al coronel Héctor Cabanilla que sepultara a Eva clandestinamente. Dicha tarea, denominada “Operación Traslado”, fue diagramada por el teniente coronel Alejandro Agustín Lannuse, el cual se transformaría luego en el nuevo presidente de facto. Lannuse contó con el apoyo de la Iglesia, y hasta del Papa
Pío XII, a través de la colaboración del sacerdote Francisco “Paco” Rotger. En abril de 1957, éste lo ayudó a trasladar el cuerpo en un ataúd, perteneciente a una señora llamada María Maggi de Magistris, en un barco hasta Génova, Italia, donde Evita fue enterrada con el nombre de Maggi en el Cementerio Mayor de Milán.
En esa época, nadie sabía qué era lo que en realidad estaba sucediendo con el cadáver, pero hay versiones que dicen que los militares habían hecho dos copias de la momia, habrían tres en total, y las habían enviado a diferentes sitios para despistar a la gente: una a Alemania y la otra a Bélgica. Fue entonces que la organización Montoneros se reveló: en 1969 secuestró a Aramburu y exigió, entre otras cosas, que apareciera Evita. Cabanillas intentó traerlo, pero antes de lograrlo el ex líder ya había sido asesinado. En 1971, Lanusse, ya como presidente, le encomendó a Cabanillas que desenterrara el cadáver y se lo devolviese a Perón, que se encontraba en Madrid. Al cuerpo le faltaba un dedo y tenía la nariz aplastada, pero se encontraba en “buenas condiciones generales”, según aseguró el Dr. Ara después de revisarla. Sin embargo, sus hermanas no estuvieron de acuerdo con el embalsamador.
A dicha operación Lanusse la denominó “Operativo Retomo”. En 1972 Perón regresó a Argentina, luego de estar exiliado durante largos años, pero sin el cadáver, y todo parecía ya desarrollarse con tranquilidad en lo que respectaba al cuerpo de Eva Duarte, pero en 1974 los Montoneros capturaron el cadáver de Aramburu y aseguraron que lo devolverían sólo cuando fueran “repatriados los restos de Evita”. Al morir Perón, el primero de julio de ese año, fue su tercera esposa María Estela Martínez, conocida como Isabelita, quien trajo el cadáver al país y lo ubicó en la quinta presidencial.
Finalmente, en 1976, después de un viaje comenzado con su muerte en 1952, Evita pudo descansar en paz. Los líderes del nuevo gobierno de facto les entregaron el cuerpo a sus parientes y fue insertado en su bóveda familiar en el Cementerio de Recoleta, donde, dicen, que hoy aún se encuentra enterrado.
El 16 de julio de 1995, el periodista Miguel Wiñazki publicó en la revista Noticias algunos fragmentos de un capítulo de “Santa Evita” que el autor excluyó del libro. En estos, Tomás Eloy Martínez declaró: "El cadáver de Evita es el primer desaparecido de la historia argentina. De algún modo hay una especie de conversión de su cuerpo muerto en un cuerpo político. A diferencia de los cadáveres desaparecidos durante la última dictadura, que ruegan por ser enterrados, el cadáver de Evita pide ser ofrecido a la veneración (…). Parece que en la Argentina hubiera como una especie de instinto fatal de destrucción, de devoración de las propias entrañas. Una veneración de la muerte (...). La veneración de ese residuo es una especie de ancla. Y por eso los argentinos somos incapaces de construirnos un futuro, puesto que estamos anclados en un cuerpo (…).
La Argentina es un cuerpo de mujer que está embalsamado".
En su artículo, Wiñazki afirmó que la de Evita “fue una desaparición itinerante, Un peregrinaje por la locura (…). Una procesión de velas derritiéndose en venganza, una travesía de sangre. Fue la senda tortuosa de la muerte, uno de los dilectos caminos de la Argentina contemporánea”. También, aseguró que este capítulo no publicado “es otro final posible para un relato que no termina”.


Evita de pies a cabeza

Eva Duarte, nacida en la ciudad de Los Toldos, llegó a Buenos Aires en enero de 1935, con sólo 15 años y sin nada en el bolsillo. Luego de un duro camino, logró ser una exitosa actriz, una de las mejores pagas, y ahorrar dinero para abandonar las pensiones baratas y comprarse un departamento. En octubre de 1944 se casó con el coronel Juan Domingo Perón, quien fue elegido como presidente del país en 1946.
Como Primera Dama, realizó una enorme cantidad de obras de beneficencia: creó hospitales, orfanatos, asilos, escuelas y viviendas para los humildes, a los que solía llamar “grasitas” o descamisados” con cariño; fue la voz de los trabajadores, los niños, los ancianos y las mujeres e impulsó el sufragio femenino,la creación del Hogar de la Mujer trabajadora y la Fundación Eva Perón la cual reemplazó la palabra "caridad" por "ayuda social". Amada por los “descamisados”, y odiada por la clase alta argentina, en 1950 le diagnosticaron cáncer y murió en 1952, tras renunciar al pedido del pueblo de presentarse como vicepresidenta de la Nación.

Fuentes

- Eva Perón. La biografía, 1995, Alicia Dujovne Ortiz
- Revista Noticias, 16 de julio de 1995, nota de Miguel Wiñazki.
- “Santa Evita”, 1995, novela de Tomás Eloy Martínez
- “Esa mujer”, 1963, cuento de Rodolfo Walsh
-
Eva, poema de María Elena Walsh
- Revista Redalyc (Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal), Número 13, 2002: Artículo “Espectacularidad y metáfora fetichista en las figuraciones de la historia nacional (Anotaciones sobre el cadáver de Eva Perón)”, por Zulma Sacca (editado por la Universidad Nacional de Salta)

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